#RedacciónOaxaca
Maira Ricárdez
***imágenes de la red
Oaxaqueños que retornan a su tierra al menos una vez al año, lo hacen es este periodo decembrino para vivir y revivir las fiestas y tradiciones de su tierra; el fenómeno se vive vigorosamente en los Valles Centrales del Estado, la segunda región más importante en cuanto a flujo migratorio hacía Estados Unidos.
Es el caso de Agua Blanca, Agencia Municipal de Santa Ana Tlapacoyan, poblado formado por una sola calle que alguna vez fue habitado por unas 100 familias, pero que a la fecha luce desierto durante todo el año, la fuerza laboral joven emigro hace décadas en busca de mejores oportunidades, hoy regresan con su famiia solo unos días, a visitar a sus padres, adultos mayores que viven de las remesas enviadas desde el extranjero.
El arraigo más evidente de esta localidad, ubicada a unos 60 minutos de esta ciudad, es a su fe, son devotos de su santa patrona: la Virgen de la Soledad, cuya iglesia fue construida y mantenida por la fuerza migrante residente en su mayoría en California; para la fiesta grande el próximo 18 de diciembre, han iniciado ya los preparativos, se realizó la calenda, festejo que se prolonga hasta altas horas de la madrugada donde los padrinos agasajan a los cientos de asistentes con tamales, café, dulces y regalos.
Es la madrina de calenda, la que detalla el festejo y la manera en como esta forma de vida que echo ya raíces en el extranjero; sufre, se esmera y avanza con el claro anhelo de regresar cada año a su tierra.
Para este año, de acuerdo al Instituto Oaxaqueño de Atención al Migrante, se calcula el arribo de entre 4 mil y 6 mil migrantes, y en Agua Blanca este dato se confirma año tras año, los abuelitos, únicos moradores permanentes, son testigos vivientes de cómo las calles desiertas de esta agencia de policía se convierten estos días en ríos de visitantes, el pueblo cobra vida dicen, hijos, nietos, hermanos, tios, compadres, todos se reencuentran en este invierno para vivir las fiestas de la temporada.
Disimiles formas de vestir, de comer y de vivir se entrelazan aquí estos días, donde las nuevas generaciones ya ni siquiera hablan el español, pues aunque las cabezas de familia son Oaxaqueñas, el asistir al colegio en los Estados Unidos, vivir y convivir en el extranjero va transformando su forma de vida original, sin embargo, sus costumbres, tradiciones y por supuesto consanguinidad, los unen estos días.