DULCE VENENO
Vía: Humberto Cruz

40 años después, la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe, volvió a Oaxaca, el lugar de su fundación, pero aun esta por verse si puede regresar a los fundamentos de su origen.

En octubre de 1979 se conformó aquí un bloque de partidos políticos que en ese entonces se asumían como progresistas y lograron construir el foro de partidos políticos mas importante de América Latina y el Caribe con 60 partidos de 29 países del continente; además del PRI, en México, se integraron a la COPPPAL el PRD, el Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano. En el resto del continente lo integran organizaciones políticas como el Partido de los Trabajadores de Brasil, el Partido Comunista de Cuba, el Frente Farabundo Martí de El Salvador, el Frente Sandinista de Nicaragua, el Partido Colorado de Uruguay y el Partido Socialista de Venezuela, entre otros.

Los integrantes de este organismo deliberaron a puerta cerrada, asistieron expresidentes de América Latina, algunos fundadores del organismo, entre ellos José Murat, una pieza relevante en la construcción de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos, pero del contenido y la trascendencia de las discusiones apenas nos habremos de enterar.

El empuje de los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, los nacionalismos de las potencias mundiales como Estados Unidos o la degradación del estado frente a la arrogancia de la económica de mercado y las trasnacionales como Monsanto y Odebrecht, que han demostrado ser corruptas y corruptoras, solo se puede explicar a partir de la debilidad o la sospechosa incapacidad de los partidos políticos para enfrentarlos.

La COPPPAL y la Internacional Socialista, la organización de partidos social –democratas, bajaron la guardia, fueron rebasados o no han encontrado la forma de articular la resistencia; en el cono sur de nuestro continente el Foro de Sao Paulo, el otro bloque de partidos políticos de izquierda, recogió la estafeta, buscan dirigir el debate, articulan movimientos y se asumen como adversarios del neoliberalismo pero el signo de la violencia los persigue y parece su estigma.

Los partidos políticos parecen estancados frente a la encrucijada que representan las sociedades digitales y el individualismos inducido, sus viejas formas que solo les alcanzan para administrar gobiernos, evitar la desbandada de sus membresías y contener las pugnas internas, pero no para resolver los desafíos como la migración, el cambio climático, la pobreza y mucho menos la riqueza desmedida en unas cuantas firmas que buscan apoderarse del hemisferio.