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Cortesía: Maira Ricárdez – Humberto Cruz

Lo mismo descargando camiones de azúcar que de chile, lo mismo acarreando tierra para con pala rellenar baches de la zona baja del puente que atraviesa el Río Atoyac en colindancias con el Mercado de Abasto, vendiendo pescado, haciendo tortillas, vendiendo agua en los cruceros, cualquier cosa que represente ingresos para mantener a sus hijos; ella es Beatriz Marcela, quien se dice dispuesta a hacer lo que sea para hacer de sus tres menores hijos personas dignas que algo aporten a la sociedad.

Lo anterior lo subraya en medio de una batalla que enfrenta con el área jurídica del Sistema para el desarrollo Integral de la Familia (DIF), a través de la cual le han advertido que podría ir a la cárcel o perder la custodia, si insiste en trasladar a sus menores a los sitios donde ella trabaja, al considerarlos zonas de riesgo para ellos.

La precaria condición económica de Beatriz, que empeora con la condición de salud de su esposo, condicionado frecuentemente a permanecer en cama consecuencia de dengue hemorrágico, no frustra sus anhelos y el amor filial a sus descendientes de 13, 10 y 6 años; la mutua compañía es filial y permanente, a todos lados van juntos, es el amor dice pero lo es también el temor, pues como vecino tiene a un adolescente drogadicto que ronda todo el vecindario y que por sus acciones han querido linchar al menos cinco veces.

En este sentido hizo un llamado a la Presidenta del DIF, Ivette Moran, no es una concesión especial lo que busca dice, únicamente algún enlace con un programa social que pueda permitirle iniciar algún pequeño negocio para garantizar la manutención a sus hijos, trabajar y tenerlos cerca, bajo su cuidado, poder salir para traerlos de la escuela y continuar su jornada.

Si usted busca contactar a la señora Beatriz, su número es el 951 346 19 94, sus hijos de 13, 10 y 6 años urgen de todo, en este inicio escolar no ha completado lo necesario para la lista de útiles escolares, mucho menos para uniformes, con trabajo logró comprar los zapatos escolares para el diario del niño de 13 años, pero su vecino los robó y esta se convirtió en una más de sus múltiples carencias.