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Una lluvia sin aviso, aplausos en la calle de Zaragoza, Las Casas y Victoria, un poco de agua bendita y gestos de genuina solidaridad enmarcaron un velorio singular en el corredor de la generosidad sincera que algunos identifican con el vicio.

Así se despidió el cuerpo de José Meraldáz o José Conde, mejor conocido como Che- Che, un hombre que murió apuñalado en el mercado de Abasto y cuyo cuerpo permaneció casi un mes en el anfiteatro hasta que los vecinos de prolongación de Galeana vencieron a la burocracia instirucional y la indiferencia social.

Mujeres que venden ilusiones lo arroparon, fueron las primeras en cooperar y pelearon por él y luego lo acompañaron en una capilla funebre habilitada en una cantina; fueron ellas y los vecinos de la zona los que organizaron el rezo y el café para despedirlo.

Al paso del cortejo fúnebre, en la calle de Zaragoza y Victoria, hombres y mujeres salieron a despedirlo, algunas con aplausos y otras cooperaron para las flores, el pan o el sepelio.

Che- Che fue huérfano, pasó su infancia y adolescencia en instalaciones del DIF -Oaxaca y al ser expulsado luego de cumplir los 18 años, el vientre del mercado de Abasto lo recibió.

Ahí deambuló, comió vivió y murió, era sordo y casi mudo; se hacía entender con señas y con las propinas se fue ganando pedazos de afecto entre los vecinos y las mujeres que trabajan en la zona.

Fueron ellas y ellos los que rompieron estigmas, recorrieron con dignidad y bondad las calles del centro y el periférico frente al Mercado de Abasto y con genuinos gestos de cariño le regalaron el rezo más sincero.